Tenia exactamente un día que había llegado a Xalapa. Solo me había limitado a avisarle a mi papá que me encontraba con bien. Después de hablar con Ángeles, me fui directo al hospital donde se encontraba Adrián. Definitivamente no era una mentira del Dr. Borella. Estaba ahí tendido, con miles de tubos alrededor de él, en un cuarto helado.
Me senté en la silla que se encontraba a su lado izquierdo y lo observe. Se veía tan hermoso a pesar de todo pero con un semblante lleno de tristeza. Unas enormes ojeras figuraban bajo sus ojos, sus labios estaban resecos y de un color morado fuerte, su piel se sentía fría y áspera. Lo tome de las manos y comencé a llorar, me acerque a su rostro y bese su frente.
-No me puedes dejar ahora que todo comienza a tomar forma- le dije mientras regresaba a la silla sin soltarle la mano –me ha costado mucho descifrar todo lo que giraba en torno a nuestro pasado- sonreí un poco – si supieras la cantidad de historias que nos rodean-. Baje de nuevo el rostro y solté sus manos. ¿Por qué? ¿Por qué si el destino nos quería juntos se empeñaba en ponernos pruebas de esta magnitud? ¿Por qué si deseaba con tanta fuerza su salud no mejoraba? ¿Acaso con el no funcionaba? ¿Necesitaba enfocar todos mis pensamientos en él? ¿Qué sucedía? Me encontraba llena de ira, no sabia contra quien o contra que pero era una impotencia enorme la que sentía dentro de mi y que me torturaba al ver al amor de mi vida, sin vida. Me era imposible dejar de llorar, quería levantarme y tirar todo, quería encontrarme en el mismo estado que Adrián, que al menos así estuviéramos juntos. Si el se iba, yo me iría con él y nada nos detendría.
Estaba tan sumergida en lo que tenia en mi mente que ni siquiera me había percatado que Ángeles había entrado a la habitación. Acaricio mi cabello y suspiro.
-¿Sabias que era lo que tenia en su mano aquella tarde que le dio su ataque?- hablo Ángeles con una voz llena de paz y tranquilidad. Mi única reacción fue alzar los hombros, realmente no tenia la mas mínima gana de hablar de eso.
-Su relicario- suspiro –desde que se subió al auto aquel día que se despidieron lo colgó en su cuello y en ningún momento se lo quito- volvió a acariciar mi cabello y se dio cuenta que de pronto deje de llorar. Lo observe por todos lados y no lo tenia, voltee a ver a Ángeles con los ojos llenos de duda.
-No lo se- me dijo un poco triste –desde que lo he visto aquí hospitalizado no se lo he visto- se encogió de hombros.
Tome el mió entre mis manos. Intentaba recordar todo lo que sabia de las historias contadas por mi papá, de los dones de ambos, del objeto de nuestro amor y de pronto retumbaron esas palabras en mi mente. Cuando la mamá de Ángeles lo había conservado, le había provocado sus sueños premonitorios, mismo que habían sido trasferidos a la misma Ángeles, quizás necesitaba traerlo consigo para que mi poder de desear se hiciera realidad. Comencé a ponerme tensa y nerviosa. Esa era la razón, necesitábamos traerlo a él y que yo deseara con fuerza su salud. Voltee a ver a Ángeles llena de felicidad.
-Necesita su relicario- le dije alzando un poco la voz.
-Pero- me miro un poco asustada –no tengo la menor idea de donde se encuentre- contesto triste.
-Es su vida Ángeles- le dije un poco molesta –el Dr. Borella debe saberlo- me levante de la silla y me dirigí a la puerta –si realmente le interesa su hijo me dirá donde esta-. Ambas salimos rápidamente de la habitación de Adrián.
Iba de prisa caminando por el pasillo cuando lo vi de frente. Un escalofrío invadió todo mi cuerpo y sin darme cuenta tome con mucha fuerza la mano de Ángeles, si bien moría de miedo también me encontraba mas segura que nunca de estar frente a quien me había arrebatado el amor de mi vida. Sus ojos reflejaban sorpresa y enojo, supongo que lo menos que esperaba era verme en ese hospital, pero el no iba a impedir de nuevo nuestro destino y si realmente ama a su hijo buscaría ese relicario y me lo entregaría, sino podía amenazarlo con dejar de desear la salud de Adrián. De pronto nos encontramos de frente, suspire profundo y espere a que el dijera las primeras palabras:
-Donde quedo el trato- me dijo de forma seria mientras me observaba fijamente. Tenia miedo de bajar la mirada pero no quería demostrarle temor, no ahora, así que mi mirada siguió frente a la suya y conteste un poco temerosa, aunque con la voz firme y segura
-No puedo ayudarle sino tiene el relicario con él- le conteste segura el sabia perfectamente todas y cada una de las historias, supongo que no tendría que preguntar, solo lo asociaría –no he desviado mis deseos, todo esta dirigido a él y al parecer no ha habido ningún cambio-. Ambos nos miramos fijamente. El semblante del Dr. Botella comenzó a cambiar, sus facciones dejaron de verse rígidas para tomar al fin una forma de humano, un rostro sensible. Volteo a ver a Ángeles y le entrego unas llaves
-Búscalo por todo el automóvil- le dijo mientras le entregaba las llaves –fue el ultimo lugar donde estuvo antes de traerlo al hospital-.
No había notado que seguía tomada de la mano de ella, solo de pronto sentí un jalón y pasamos al lado del Dr. Borella. Buscaba por todo el automóvil, comenzaba a darme por vencida y sentarme a llorar como una niña que había perdido su juguete. Me senté en el asiento de atrás, el sol reflejaba en el auto, los últimos dos meses que me había ausentado de Xalapa habían sido suficientes para darle paso a la primavera, si bien se sentía aun el frío el sol daba un calor agradable. Cerré los ojos y me recosté un poco, estaba cansada, estresa y comenzaba a darme por vencida. Tome el relicario entre mis manos y las lagrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. ¿Así terminaba todo? ¿Este era realmente el final de mi historia de amor? No podía creerlo, me estaba dando por vencida, estaba resignándome a dejar morir este amor, mi primer y único amor.
Quería comenzar a desear encontrar el relicario, pero no quería desviar los pocos esfuerzos que me quedaban deseando encontrarlo, prefería seguir enfocándome en él. Y de pronto algo comenzó a reflejar mi rostro, una luz un poco fuerte. Entre abrí la mirada y busque lo que me reflejaba y de pronto ahí estaba, entre el tablero y el parabrisas, escondido, me levante rápidamente y me pase al asiento de adelante, Ángeles seguía desesperada revoloteando cosas en la cajuela. Lo tome y seque mis lagrimas.
-Lo encontré Ángeles, lo encontré- grite llena de entusiasmo, Salí del automóvil y corrí hacia el hospital, solo me limite a gritarle a Ángeles que cerrara todo y que no se preocupara. Al llegar al pasillo principal me encontré con el Dr. Botella, lo observe y extendí mi mano. Alzo la mano, tomo la mía y la cerro en forma de puño, rodaron una lagrimas por sus mejillas y beso mi frente.
-Depende de ti Mégara- me sonrió con calma –sálvalo, depende ti, olvida el trato y disfruten su destino- acaricio mi cabello y me cedió el paso.
Entre de nuevo a la habitación. Tome su mano y la abrí con delicadeza, le entregue el relicario, la cerré y tome el mío con la mano que me quedaba libre. Recosté mi cara en la cama y comencé a desear que Adrián estuviera mejor. Tenia mis pensamientos enfocados en otra cosa mas que en él, todo lo que deseaba era que el estuviera bien y que nosotros pudiéramos ser felices para siempre, no me di cuenta en que momento quede profundamente dormida.
Entre sueños pude sentir que una mano acariciaba mi cabello. Levante la mirada y vi que tenia entrelazadas mis manos, bostece y alce el rostro, era la mano de Adrián. Lo observe sorprendida y comencé a llorar. Tenia miles de cosas que decirle y no podía salir ni una sola palabra de mis labios. Me miro y sonrío, se quito la carilla de la boca.
-Te Amo- susurro con la voz un poco ronca
-No hables- le dije con la voz entrecortada –todo va a estar bien- le dije mientras acercaba mi rostro y le besaba la frente-. Nos mirábamos fijamente lo que para mi fue un largo y eterno momento, pro mi mente pasaban miles de cosas, parecía que le narraba lo que había sucedido sin hablar y él solo asentaba con el rostro. Después de un largo rato volvió a hablar
-Así que ya sabes la historia- me dijo con calma
-Si, como es posible que tu la supieras- le sonreí
-El destino- me sonrió.
-Debo avisarle a tu papá- le dije mientras soltaba su mano –esta quizás igual o peor de preocupado que yo por ti- sonreí – aparte debe chocarte el medico- tome su relicario y lo acomode en su cuello, bese sus labios resecos, no me importaba la sensación, solo necesitaba hacerlo, me aleje un poco, lo mire y sonreí de nuevo
-Creo que no existe mejor medicina- me dijo mientras lo observaba.
Salí de la habitación y me acerque al Dr. Borella. Con las miradas nos dijimos todo, corrió a la habitación y yo fui a buscar al Médico para que revisara a Adrián. Ángeles venia entrando al hospital cuando me vio a lo lejos. Me dio un fuerte abrazo y comenzó a llorar de alegría.
-Vine en cuanto pude- me dijo mientras me abrazaba –anoche soñé que estaría bien-. La abrace y me quede en silencio. Estaba llena de felicidad no podía borrar la sonrisa de mi rostro, el amor de mi vida estaba bien, la historia de amor continuaba, no habría mas lagrimas, ni mas peligros, ni por nada que escondernos, todo parecía estar ubicado en el lugar y el momento perfecto.
Si bien moría de ganas de estar con Adrián y no separarme ni un solo momento de él, deje que sus padres y Ángeles estuvieran a su lado, ya lo tendría el resto de mi vida como para permitir que lo compartieran unos momentos sus familiares. Sin embargo sentada en la sala de espera me sentía sola, llena de felicidad pero sola. Me hacia falta mi padre, necesitaba un abrazo de él y decirle lo contenta que estaba de que todo había vuelto a la normalidad, que estaba preparada para regresar a la Facultad y continuar con mi vida. Escuche unos pasos que se acercaban en mi dirección. Me encontraba sentada en el sillón de la sala de espera, con los ojos cerrados y de pronto escuche su voz.
-Pensaste que te dejaría sola en el momento mas feliz de tu vida pequeña- alce la mirada y ahí estaba. Me levante de prisa y lo abrace, mis ojos lloraban como antes pero llenos de felicidad y emoción.
-Mi historia termino entre lagrimas- le dije mientras estaba abrazada a él –pero lagrimas de felicidad papá- sonreí.
-Así que la historia de los Montesco y Capuleto termino- me dijo al oído.
-Termino- susurre mientras seguía aferrada a sus brazos.
El resto del día estuvimos en el Hospital. Chocaron de arriba abajo a Adrián. Era como si aquel virus que lo había atacado desapareciera por arte de magia. Los Kostas y los Borella se hablaba de nuevo. Papá charlo un largo rato con el Dr. Borella, mientras Ángeles y yo le contábamos todas las situaciones que había pasado mientras Adrián se encontraba inconsciente. Mientras Angeles hablaba pude ver por la ventana como papá y el Dr. Borella se abrazaban. Todo terminaba bien. Y mientras observaba la escena pude notar que existían los cuentos de hadas, las historias de felicidad, yo tenia el mío y había terminado como avía querido siendo feliz y por siempre. Note que Adrián me observaba y sonrió
-Por siempre- interrumpió a Ángeles mientras contestaba mis pensamientos. Lo mire y sonreí.
-Desde que te conocí lo desee por siempre- lo mire y continuamos la platica.
Helga Schneider - Déjame ir, madre
Hace 10 años
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