Los dias siguieron pasando y yo buscaba la tranquilidad en casa de papá. Había tomado la decisión de tener que esperar a que la misma vida me volviera a poner en el camino de Adrián o bien que lo pusiera a él en mi camino. Parecía que volvía a ser la misma Megara de antes. Una vez a la semana me comunicaba con Ángeles, si bien me había resignado a perder a Adrián, no quería perder la amistad con ella. Hablábamos de todo, menos de él.
De acuerdo a mis buenas notas, papá se había comunicado a la Facultad, para avisar que por motivos personas dejaría la escuela y que volvería el año entrante. Mi padre había hecho un viaje express a Xalapa por mi ropa y algunos accesorios personales. Me dedicaba de lleno a leer y perderme en otras situaciones que no me lo recordaran. Si bien tenia contento a papá por que al parecer todo volvía a la normalidad, por dentro me iba consumiendo poco a poco, cosa a la que me tenia que acostumbrar por que amaba tanto a Adrián que sabia que esto tendría que sufrirlo hasta el momento en que volverla a estar a su lado.
Había ocasiones en la que pensaba si el me estaría esperando como yo lo hacia, por las noches el miedo me invadía. Temía que se encontrara con otra persona y que se diera cuenta que ni el ni yo éramos el uno para el otro pero creo que mi mayor miedo era que yo me quedara estancada con este amor y que cuando lo volviera a ver el ya tuviera una vida feliz. Así que la mayor parte de mis sueños y deseos se avocan a que la llama de este amor siguiera viva y si bien deseaba con todas mis fuerzas que a Adrián no le pasara nada, también deseaba fuertemente que nunca me olvidara y me esperara como yo lo estaba esperando.
Una mañana mientras hablaba por teléfono con mamá, una costumbre que se nos estaba haciendo diaria. Observe en el librero de papá un libro grande y con una paste color roja, algo que me llamo mucho la atención. Al terminar la charla con mamá me subí a un silla y lo baje. Se encontraba lleno de polvo y por como se veía se entendía perfectamente que era un libro demasiado viejo.
Lo observo con detenimiento. No tenia un titulo, de hecho no parecía un libro de algún autor importante. Lo abrí y en la primera hoja decía “Mitos Griegos: Familia Kostas”. Me quede un poco sorprendida e intrigada. Me senté en el sillón y comencé a hojearlo. Venia miles de historias de los Kostas desde hacia años. Historias como que éramos una de las familias elegidas por los Dioses y que todos y cada uno de los Kostas contaba con “Don otorgado”, algo que nos hacia especiales.
Venían historias de todos y de cómo los dones con el paso del tiempo y el dejar de creer en los Dioses se habían perdido. A fin de cuentas solo eran Mitos, un legado familiar supuse. Estaba dispuesta a acomodarlo de nuevo en su lugar, cuando de pronto sonó el teléfono.
-¿Hola?- pregunte al contestar.
-Megara- escuche la voz de Ángeles un poco nerviosa y desesperada.
-Si- conteste tranquila -¿Qué sucede?
-He sabido de él- grito entusiasmada. Por un momento estuve a punto de caer, pero me contuve, solo recargue un poco mi brazo en el librero, la noticia me había impactado, tenia semanas que no sabia que Adrián y en las conversaciones que tenia con Ángeles solo nos limitábamos a hablar de nuestras tristes vidas.
-¿Cómo esta?- le dije nerviosa
-Lo vi saliendo del Hospital hace unos momentos- comento – se veía bien y solo pude saludarlo de lejos, supongo que fue a un chequeo de rutina-
-¿Del Hospital?- pregunte nuevamente aunque ya me había dicho que probablemente seria un chequeo.
-Si, pero no te preocupes- dijo con voz tranquila –realmente se veía bien- se escuchaba su felicidad.
-¿Así que ha vuelto a Xalapa?- pregunte un poco confundida.
-Supongo que si- dijo seria –estoy pensando en la forma de poder ponerme en contacto con él, ya sabes no creo que sea algo sencillo-
-Quizás a estas alturas ya se calmaron las aguas por allá- le dije un poco triste –ya debe de saber toda la Facultad que la genio Kostas no vuelve sino hasta el año entrante- suspire.
-Vamos Meg- me dijo con un poco de entusiasmo -¿acaso no te da gusto saber de él?-
-Claro que me da gusto- respondí un poco triste –es solo que fue como ponerlo un poco de sal y limón a la herida-
-Meg- dijo un poco apresurada –debo colgar, mi tío esta marcando a mi celular y he mantenido muy escondido esta de estar en contacto contigo, no quiero que ahora que Adrián volvió se sepan las cosas- me dijo un poco nerviosa.
-Esta bien Ángeles. Cuídate y si lo ves dile que lo extraño y sigo fuerte en cuanto a mi promesa- suspire y escuche como Ángeles colgaba rápidamente.
Me senté en el sillón y suspire, había sido una noticia muy fuerte para una mañana tranquila. Y sin darme cuenta comencé a sonreír era como si de pronto en un día de lluvia salieran el sol y se viera el arcoiris. Estaba bien, estaba tan cerca y a la vez tan lejos de él. Suspire profundo. Era como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Me levante del sillón y tome el libro que había sacado del librero cuando escuche que mi padre había abierto la puerta. Voltee y me vio con el libro en las manos. Su cara de impacto me sorprendió, sin embargo me acerque de forma natural a saludarlo.
-¿A que se debe tan temprano tu visita?- le dije mientras ponía en libro en el comedor y me dirigía a la cocina -¿Quieres algo de desayunar?- le grite desde la cocina.
-Un café por favor pequeña- me dijo y observe desde la cocina como se sentaba en el comedor y comenzaba a hojear el libro.
-¿Por qué nunca me habías dicho que los Kostas “somos descendientes de los Dioses”?- pregunte de manera normal –vaya que tenemos historia- le dije.
-¿Has leído todo?- me pregunto de forma un poco angustiada.
-Solo las primeras hojas- le dije mientras acomodaba su café en el comedor y me sentaba junto a él. Se quedo observando el libro mientras buscaba algo, suspiraba con cada pagina que tomaba. Me miro y sonrío.
-Los griegos tenemos miles de mitos- me dijo mientras agitaba la cucharita del café –muchas cosas que suceden se asocian al destino-
-Si lo sé- le sonreí –
-¿Te percataste del lugar donde este libro había estado?- me pregunto confuso.
-Si papá- le dije de forma burlona –es un libro, lo vi en el librero- me encogí de hombros. Siguió pasando las hojas del libro, se detuvo en una parte y me observo. Acerco el libro hacia a mi y me señalo el titulo, lo observe “El Destino” así se llamaba, alce la mirada y mire a papá un poco confusa.
-¿Me estas intentando decir algo?- le dije
-Pequeña, durante todos estos dias has leído y buscado miles de novelas en ese librero- me dijo señalándolo –no te preguntaste por que hasta ahora viste este libro- me dijo de forma seria. Lo observe y me encogí de hombros.
-Sabes que soy muy despistada- le dije –quizás lo había pasado miles de veces y nunca lo había visto- me miro de nuevo y tomo mi mano.
-Pero bueno …- le dije intentando cambiar el tema –no respondiste a que se debe tu visita tan temprano- le sonreí.
- A él destino pequeña- me miro triste.
-¿Qué pasa papá?- agache mi cabeza para obsérvalo.
-Hoy hable con el Dr. Adrián Borella- me dijo preocupado. De pronto sentí como si me hubiesen bañado con una cubeta de agua helada. Mi cara de sorpresa era inevitable, me levante de la silla y comencé a caminar por el comedor y parte de la sala. Aunque hubiese querido tranquilizarme era inevitable, no podía controlar ni una sola parte de mi cuerpo.
-¿Y?- pregunte mientras seguía dando vueltas -¿Qué tiene que ver todo eso con el libro y tu visita?- intente sonreír aunque no logre nada.
-Adrián ha vuelto a Xalapa- me miro y suspiro. Sonreí, que otra reacción podía haber tenido, sentí una tranquilidad dentro de mi, me esperaba lo peor cuando papá menciono ese nombre pero al escuchar y enterarme de algo que ya sabia todo volvió a la calma, me acerque a él y me volvió a sentar a su lado.
-Lo sabia papá- baje la mirada y me sonroje –Ángeles me marco hace un rato- le dije un poco apenada.
Tomo el libro nuevamente en sus manos y volvió a hojearlo, como buscando algo que necesitaba mostrarme. Se sintió un poco desesperado al no encontrar nada. Llego a un pagina y suspiro de nuevo, me observo, sonrío y movió la cabeza.
-Borella y yo siempre creímos que solo eran mitos- me miro y acerco el libro hacia a mi –lee pequeña- se levanto de su silla y me apretó un hombro con su mano. Yo me sentía confundida, lo mire y abrir la boca, apenas iba a preguntar sobre todo lo que estaba sucediendo pero me interrumpió.
-Cuando termines, prometo contestar todas y cada una de tus dudas- me miro, sonrío y se fue a su habitación.
Helga Schneider - Déjame ir, madre
Hace 10 años
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